lunes, 9 de agosto de 2010

Azul Violento

¿Recuerdas cuando caminamos en aquella calle sin identidad? Me puse tus lentes de sol y te pregunté:

- “¿Tengo cara de sexo?”

- “Sí. Sin duda.” Me respondiste. “No te molestes, igual te ves bella.”

Te tomé de la mano y bajamos esa calle, el sol siempre presente y la sombra repentina de vez en cuando. ¡Mis zapatos! La suciedad y los viajes. Tomarte de la mano fue lo mejor de todo. Cubrir mi cara con tus lentes, no tanto. La caja de cigarros que perdí no me dejaba concentrarme.

Siempre quise vestirme con tu ropa al estar en casa, pero ya no te pienso casi. Es más, tu olor quedó en los autobuses. Una vez lo atrapé en la ruta de la universidad.

Cuatro ojos. Ya nadie piensa en ti sino en el veneno que cargas en el bolsillo siempre, así como cuando la artista mezclaba lágrimas con lexotanil. En vez de mezclar besos con viajes, ¿no? O tal vez, pintar una pared al azar como habíamos pensado.

- “Supe qué era la soledad al conocerte a ti.”

Cómo te encantaba decirme eso.

Nunca, nunca lavaremos los platos. Nunca intentaré cocinar algo para ti. Nunca bailaremos tango en los pasillos. Nuestras hijas, hijos, las madrugadas bañadas de vino, los viajes semi-bohemios,… Nada existirá fuera de nuestros sueños.

Con que esto es madurar…